martes, 8 de enero de 2013

LUCHA POR LA INDEPENDENCIA


Desde los últimos años del siglo XVIII empezó a tomar forma la idea de independizarse de Portugal. En 1792 fue condenado a muerte el patriota Joaquín José da Silva Xavier, “Tiradentes”. Sin embargo, estas tendencia separatistas cesaron cuando, en 1808,  consecuencia de la invasión del suelo patrio por las tropas napoleónicas, el rey Juan VI trasladó su corte al Brasil, proporcionado un época de gran florecimiento a la colonia.
El monarca fue recibido con grandes demostraciones de afecto y simpatía en el puerto de bahía, y de aquí pasó luego a Río de janeiro, donde estableció definitivamente la corte. Se levantaron entonces suntuosos palacios y edificios públicos y se fundaron la biblioteca nacional, la escuela de bellas artes  y la casa de moneda.
Pero a pesar de todas estas manifestaciones de esplendor, el ejemplo de las colonias españolas estaba cundiendo por el país. Empezaron a estallar revueltas y extenderse las ideas republicanas. En 1816 los brasileños invadieron, de acuerdo con el directorio argentino, el territorio del Uruguay. La guerra sirvió para que se hicieran más ostensibles las opiniones  en favor de la independencia. En 1821 estalló un movimiento de carácter político y el rey tuvo que prometer otorgar al país  una constitución. El malestar de la colonia se agravó cuando se supo  que las cortes portuguesas se negaban a aceptar que de ellas formaran parte diputados brasileños.
        Hasta el inicio de 1822, nadie hablaba de Brasil. Al partir para las Cortes de Lisboa, para la discusión de la Constitución del Reino, los diputados americanos pensaban solamente en sus “patrias locales”, es decir, en sus provincias. Solamente los paulistas demostraron alguna preocupación en construir una propuesta para el conjunto de la América portuguesa. Ni por eso abrieron mano de la integridad del Reino Unido: sugirieron que Brasil fuera como la sede de la monarquía, o entonces la alternancia de la residencia del rey entre un lado y otro del Atlántico. “Independencia”, significaba, antes que nada, autonomía.
Considerada en aquella época como la fecha que oficializó la separación de Brasil de su antigua metrópolis, la aclamación de Pedro I como emperador, el 12 de octubre de 1822, no significó la unidad política del nuevo Imperio. La propuesta fue aceptada por las Cámaras Municipales de Rio de Janeiro, São Paulo, Minas Gerais, Santa Catarina y Rio Grande do Sul. Pernambuco titubeó por algún tiempo. En razón de las dificultades de comunicación, Goiás y Mato Grosso solamente prestaron juramento de fidelidad al Imperio en enero de 1823. Mientras tanto Pará, Maranhão, Piauí y Ceará, y una parte de Bahía y de la provincia Cisplatina, permanecieron leales a Portugal, refractarias al gobierno de Rio de Janeiro, Maranhão elegía diputados para las Cortes ordinarias de Portugal.
Al final, más allá de los horrores de la guerra y de las tensiones que no desaparecieron, se planeó por la fuerza una unidad territorial de Brasil. Pero la ruptura total y definitiva se mantuvo sub judice. Al final, el emperador era portugués y sucesor del trono de los Bragança. Capaz, por lo tanto, de reunir nuevamente, luego de la muerte de su padre, los dos territorios que el Atlántico separaba.
Solamente en 1825, después de lentas negociaciones, D. João VI reconoció la Independencia, a cambio de indemnizaciones. Así mismo, el gesto vino bajo la forma de concesión, transfiriendo la soberanía del reino portugués, que él detenía, para el reino de Brasil, bajo la autoridad de su hijo. Y D. João fue más allá: reservó para sí el titulo de emperador del nuevo país, registrado en los documentos que firmó hasta su muerte, en 1826.
Los lazos de sangre hicieron de la Independencia un proceso ambiguo y parcial. Fue preciso esperar otra fecha, a la de la abdicación de D. Pedro I, el 7 de abril de 1831, para que se rompiese definitivamente cualquier vínculo de Brasil con Portugal. Asumía el poder un soberano muchacho, también él un Bragança, pero nacido y criado en Brasil. En el lenguaje de los exaltados del período de regencia, se acababa “la farsa de la independencia Ipiranga”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario